Rossana Reguillo
Contra toda lógica instrumental, me parece que la opción de anular el voto ciudadano de manera consciente y decidida, no se deja leer desde las perspectivas que reducen lo político a la política formal que a su vez es generalmente (mal) comprendida como una especie de relación contractual entre la autoridad gubernamental y la ciudadanía. Es solo la reducción del voto a esa dimensión utilitaria, la que explica la resistencia o impugnación que se levanta desde algunos espacios –todos ellos formales- a la opción de anular el voto.
El voto tiene que poder ser algo más que un instrumento “útil” en un mercado de opciones finitas y ese “algo más”, solo puede ser bien calibrado desde el territorio de la ética. Y quiero, por ética, entender con Spinoza, no el conjunto de preceptos y normas impuestas por un orden superior y/o jurídico, sujetos a castigo o a reprimendas en caso de incumplimiento, sino algo mucho más vital, más denso y al mismo tiempo más sencillo: la libertad del hombre (Spinoza escribió hace varios siglos, por tanto no es criticable su uso metonímico –la parte por el todo-, del género) y la fuerza de sus afecciones. Intentando poner este postulado en clave electoral contemporánea, me parece que lo que está en juego desde una ética política, en el contexto de las actuales elecciones, es justamente el balance que cada quién y cada uno y una, pueda elaborar para no fallar a su propia libertad, manteniendo al centro lo que para Spinoza era el motor de la socialidad: las afecciones, es decir, las pasiones, es decir las emociones (no en su sentido banal de lo opuesto al intelecto, sino justamente lo contrario. Sin afecciones no hay intelecto posible). Y, es fundamental, en este balance, asumir que los “no lugares” no existen (salvo como potencia) y que un voto nulo es un lugar cargado de sentido, una superficie donde se inscribe un juicio y una posición ética, que expresa no solamente un rechazo, sino que vislumbra en sí misma la creencia de que otro orden es posible.
En la iglesia, en el servicio militar, se habla de “objeción de conciencia”, como un rechazo al cumplimiento de determinadas normas jurídicas. El movimiento “Anulo mi voto”, se inscribe y se suma a una larga e histórica tradición en la que el derecho subjetivo, fundamentado en una evaluación consciente e informada de las cosas dadas, apela en última instancia a la ética: no suscribir aquello que atenta contra la propia libertad de elección y contra aquello que contradice nuestras “afecciones”.
Si el creciente movimiento “anulo mi voto” se convierte en algo más, en un programa o propuesta, es otra discusión. Lo que me parece que hay que sacar de las consideraciones, si se quiere optar por el territorio de la ética y no por el de la racionalidad instrumental, es, en primer término, la “valoración estadística” de los votos nulos; a una posición ética, tomada desde el derecho subjetivo, esta consideración le es irrelevante; y, en segundo término, es el efecto “práctico” inmediato lo que no entra en la valoración. No se trata de un juego de “estrategia”, de desfavorecer o favorecer, sino de una imposición –ética-, que emerge de lo más profundo del ser ciudadano.
Más allá de la medición puntual y estadística, los votos nulos que se acumulen y que serán, sin duda, claramente diferenciables de los errores, la novena opción será un grito silencioso en el que miles de mujeres y hombres, jóvenes y viejos, profesionistas y empleados, estudiantes y profesores, habrán de plantear por lo menos una interrogante al sistema de partidos. Y ya nos enseñó Italo Calvino, quien comanda la comunicación no es el habla, sino la escucha. Escuchar sigue siendo, todavía, una opción.
El voto tiene que poder ser algo más que un instrumento “útil” en un mercado de opciones finitas y ese “algo más”, solo puede ser bien calibrado desde el territorio de la ética. Y quiero, por ética, entender con Spinoza, no el conjunto de preceptos y normas impuestas por un orden superior y/o jurídico, sujetos a castigo o a reprimendas en caso de incumplimiento, sino algo mucho más vital, más denso y al mismo tiempo más sencillo: la libertad del hombre (Spinoza escribió hace varios siglos, por tanto no es criticable su uso metonímico –la parte por el todo-, del género) y la fuerza de sus afecciones. Intentando poner este postulado en clave electoral contemporánea, me parece que lo que está en juego desde una ética política, en el contexto de las actuales elecciones, es justamente el balance que cada quién y cada uno y una, pueda elaborar para no fallar a su propia libertad, manteniendo al centro lo que para Spinoza era el motor de la socialidad: las afecciones, es decir, las pasiones, es decir las emociones (no en su sentido banal de lo opuesto al intelecto, sino justamente lo contrario. Sin afecciones no hay intelecto posible). Y, es fundamental, en este balance, asumir que los “no lugares” no existen (salvo como potencia) y que un voto nulo es un lugar cargado de sentido, una superficie donde se inscribe un juicio y una posición ética, que expresa no solamente un rechazo, sino que vislumbra en sí misma la creencia de que otro orden es posible.
En la iglesia, en el servicio militar, se habla de “objeción de conciencia”, como un rechazo al cumplimiento de determinadas normas jurídicas. El movimiento “Anulo mi voto”, se inscribe y se suma a una larga e histórica tradición en la que el derecho subjetivo, fundamentado en una evaluación consciente e informada de las cosas dadas, apela en última instancia a la ética: no suscribir aquello que atenta contra la propia libertad de elección y contra aquello que contradice nuestras “afecciones”.
Si el creciente movimiento “anulo mi voto” se convierte en algo más, en un programa o propuesta, es otra discusión. Lo que me parece que hay que sacar de las consideraciones, si se quiere optar por el territorio de la ética y no por el de la racionalidad instrumental, es, en primer término, la “valoración estadística” de los votos nulos; a una posición ética, tomada desde el derecho subjetivo, esta consideración le es irrelevante; y, en segundo término, es el efecto “práctico” inmediato lo que no entra en la valoración. No se trata de un juego de “estrategia”, de desfavorecer o favorecer, sino de una imposición –ética-, que emerge de lo más profundo del ser ciudadano.
Más allá de la medición puntual y estadística, los votos nulos que se acumulen y que serán, sin duda, claramente diferenciables de los errores, la novena opción será un grito silencioso en el que miles de mujeres y hombres, jóvenes y viejos, profesionistas y empleados, estudiantes y profesores, habrán de plantear por lo menos una interrogante al sistema de partidos. Y ya nos enseñó Italo Calvino, quien comanda la comunicación no es el habla, sino la escucha. Escuchar sigue siendo, todavía, una opción.
Hola amigos de México: Voto nulo 2009, soy Sebastián Ramirez de DF y junto con algunos amigos hemos fundado lo que hemos llamado Iniciativa Anular, pues nada nos gustaria entrar en contacto con ustedes, por lo menos para intercambiar información. Nuestro blog es http://anulemoslo.blogspot.com/ y nuestro correo es eldedoanular@gmail.com. Un saludo splidario!
ResponderEliminarSaludos colegas. También somos del DF y andamos en la misma sintonía como pueden ver. Nos comunicamos por correo para intercambiar información y ver cómo podemos sumar esfuerzos.
ResponderEliminar¡Saludos!
Caray, este show del movimiento para la anulación del voto, ya hasta parece moda o tendencia de temporada, no se habla de nada de esto ni se hace tampoco nada, sino hasta que llega la temporada electorera, al final hay que entender como funciona el sistema antes de pretender modificarlo con algo tan burdo como la anulación del voto, muy buenas sus intenciones pero por simple sentido común destinadas al fracaso, voten por quién voten o si no lo hacen, de cualquier forma el sistema va a colocar a quien quiera en la curul o escaño que quiera, el más claro ejemplo es nuestro actual presidente... entonces porque no mejor sumar esfuerzos para obligar al candidato que "gane" a trabajar en beneficio de la comunidad que representa, no marchas multitudinarias para que el presidente instruya a su secretario de seguridad a que termine con la delincuencia, ¡que absurdo más grande! nooo, me refiero a hacer lo que se tenga que hacer para que el representante en cuestión sea obligado por la ciudadania a hacer algo en concreto en beneficio de su distrito electoral, ah! pero se me olvidaba... es mucho más fácil y comodo anular el voto, para sentir que hicimos "algo" para cambiar al país que ponerse a trabajar de tiempo completo en un proyecto de tal envergadura como este de obligar al funcionario a que cumpla con sus obligaciones y sino entonces como dijo Alejandro Martí: "Si no pueden, que renuncien"
ResponderEliminarSaludos
"Los sueños se hacen a mano y sin permiso"
Zeltak,
ResponderEliminarNo pienso que votar, sea anulando o por alguna opción, después de elaborar un juicio sobre el sistema y sus candidatos, sea cuestión burda. Lo burdo es el voto irreflexivo y corporativo-clientelar.
Y sí, el "mandar obedeciendo" ha sido una exigencia presente en las movilizaciones de los últimos años y ha tenido oídos sordos. No por ello se debe dejar de plantear como dejar de plantear otras medidas organización ciudadana y popular.
La izquierda electoral, en este sentido, debe tener cautela para escuchar los reclamos, las exigencias y las propuestas de quienes estamos a favor del voto nulo y nos consideramos parte de la izquierda que busca una transformación estructural de la sociedad.
El voto nulo no es el punto de llegada, sino el punto de partida.
Considero que el voto nulo, en su mayoría, será de quienes no nos sentimos representados por aquellos que conforman los partidos. En una democracia, son ellos quienes se encargan de representar los intereses de los diferentes grupos de personas y de sus necesidades; presentando plataformas políticas que dictan sus acciones. La forma como gobiernan y legislan los representantes de los diferentes partido deja claro que no respetan esas plataformas que pregonan. ¿Porqué votar por el menos malo o por uno para que no gane otro? Creo que el mensaje es contundente si la mayoría de la gente va a votar y un porcentaje alto es nulo. No se les olvide que vienen las elecciones del 2012 y varios partidos querrán el voto de quienes nos presentamos a votar y que anulamos nuestro voto. Y la única manera será representándonos, no se sorprendan si los partidos toman de repente las iniciativas que han engendrado este movimiento y las llevan al congreso. El verdadero poder del voto no lo tienen los partidos lo tenemos nosotros los ciudadanos. Vamos todos votar el 5 de julio. Si te sientes representado por algún partido vota por él y si no te sientes representado por ningún partido anula tu voto, es tiempo de que hagamos oír nuestra voz. Los partidos están pensando en el 2012, nosotros también
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