Denise Dresser
Proceso
08/06/2009
¿Usted sabe quién es su diputado? ¿Sabe cómo votó durante su paso por el Congreso? ¿Sabe cuántas veces viajó al extranjero y adónde? ¿Sabe qué iniciativas legislativas presentó? ¿Sabe cómo ha gastado el dinero público que usted le entregó a través de los impuestos? Es probable que usted no sepa todo eso, y quisiera sugerir por qué: el sistema político-electoral no fue construido para representar a personas como usted o como yo. Fue erigido para asegurar la rotación de élites, pero no para asegurar la representación de ciudadanos. Fue creado para fomentar la competencia entre los partidos, pero no para obligarlos a rendir cuentas. Fue instituido para fomentar la repartición del poder, pero no para garantizar su representatividad.
Y quizás por eso ahora hay tantos mexicanos insatisfechos, descontentos, descorazonados, que no saben por quién votar o si lo harán siquiera. Quizás por eso, como lo revela una encuesta reciente realizada por la Secretaría de Gobernación, sólo 4% de la población confía en los partidos y sólo 10% piensa que los legisladores legislan en favor de sus representados. La población mira a los partidos y ve allí una historia de priización, de complicidades, de organizaciones que dijeron enarbolar algo distinto para después actuar igual. Ve a partidos con algunas diferencias en cuanto a lo que ofrecen, pero con demasiadas similitudes en cuanto a cómo se comportan. Ve pluralismo en la oferta política, pero mimetismo en el desempeño gubernamental. Ve a partidos corruptos, partidos que se niegan a rendir cuentas, partidos que se rehúsan a reducir gastos, partidos que hacen promesas para después ignorarlas, partidos que, en lugar de combatir la impunidad, perpetúan sus peores prácticas.
Allí está el PRI montado sobre el corporativismo corrupto y vanagloriándose por ello. O el PAN que prometió ser el partido de los ciudadanos pero acabó cortejando a Valdemar Gutiérrez, líder atávico del sindicato del IMSS. O el Partido Verde, única opción “ecologista” del planeta que apoya la pena de muerte mientras se vende al mejor postor y financia la farándula del “Niño Verde”. O el PRD, enlodado aún por el “cochinero” de su elección interna y que no logra remontar las divisiones internas producto de su relación de amor-odio con Andrés Manuel López Obrador. O el PT o Convergencia, saltando de alianza en alianza para ver cómo aterrizan mejor. Otorgándose salarios altos, fiestas fastuosas, aguinaldos amplios, viáticos inmensos, exenciones amplias, cónclaves en las mejores playas. Partidos cerca del botín que se reparten y lejos de la ciudadanía; cerca de los privilegios que quieren preservar y lejos de los incentivos para sacrificarlos.
Y ante eso se nos dice que debemos votar por alguno de ellos porque, si no, “afectaríamos la legitimidad de la representación política”, cuando en realidad esa representación sólo existe de manera trunca y parcial. Y se nos dice que el sistema de partidos funciona “razonablemente bien”, cuando en realidad funciona muy bien para la clase política pero muy mal para la ciudadanía. Y se nos dice que el sufragio por alguna de las opciones existentes fomentará el cambio, cuando en realidad sólo preservará el statu quo. Y se nos dice que si anulamos el voto estaríamos desacreditando a las instituciones, cuando en realidad han logrado hacerlo sin nuestra ayuda. Y se nos dice que debemos buscar verdaderos mecanismos de exigencia para demandar que la clase política se comporte de mejor manera, cuando en realidad no existen. Y se nos dice que anular el voto sería una “táctica ineficaz”, pero nadie propone una alternativa mejor para presionar a políticos –por supuesto– satisfechos con su situación.
Hoy por hoy, la clase política no tiene un solo incentivo para remodelar un sistema que tanto la beneficia. Quizás los candidatos prometerán hacerlo después de que votemos por ellos y lleguen al poder, pero una vez allí pueden ignorarnos sin costo. No hay reelección pero sí hay trampolín: saltan de la Cámara de Diputados al Senado y de allí a una presidencia municipal y, de allí, de vuelta al Congreso. Una y otra vez, sin haber rendido cuentas jamás. Sin haber regresado a explicar lo que hicieron y por qué. Sin haber sido sometidos al escrutinio de electores con la capacidad de sancionar o premiar. Porque podemos llevar a alguien al poder con nuestro voto, pero no podemos castigarlo si lo ejerce en nuestra contra. Los políticos saben que han logrado erigir un muro infranqueable en torno a su alcázar; tienen una situación inusual y privilegiada que no quieren perder.
Algo está mal. Algo no funciona. Algo necesita cambiar y con urgencia. Porque cuando José Woldenberg sugiere votar “por el menos malo” me parece un consejo que coloca la vara de medición a ras del suelo, que obliga a México a seguir conformándose con poco y aspirando a menos. Siento que si voto por cualquier partido –en estas condiciones– contribuiré a avalar un sistema que debe ser cambiado desde afuera, ya que nadie lo va a hacer desde adentro. Siento que si tacho la boleta en favor de cualquier persona –en estas condiciones– acabaré contribuyendo a legitimar un sistema que actúa cotidianamente al margen de la ciudadanía. Siento que si voto incluso por una persona con amplios atributos –en estas condiciones– acabaré premiando a partidos que obstaculizan la profundización democrática en lugar de fomentarla.
Por ello tendremos que pensar en acciones que contribuyan a sacudir, a presionar, a protestar, a rechazar, a manifestar la inconformidad, a reconfigurar una democracia altamente disfuncional. Por ello habrá que proponer medidas que combatan la inercia y generen incentivos para mejorar la representación. Ya sea a través del voto anulado o el voto en blanco o el voto condicionado o el voto por Esperanza Marchita o una marcha multitudinaria o un frente común conformado por millones de mexicanos insatisfechos en busca de un catalizador para el cambio. Porque el voto “sin adjetivos” ya ha demostrado ser insuficiente; la competencia entre partidos ha demostrado ser insuficiente; la alternancia entre una opción ideológica u otra ha demostrado ser insuficiente.
El problema no son las personas o los partidos; es un sistema político que no asume la representación como punto de partida, como cimiento fundacional. El problema es la inexistencia de mecanismos democráticos como la reelección, las candidaturas ciudadanas, las “acciones colectivas”, la revocación del mandato, entre muchas más. El problema es que los partidos insisten en que nos representan adecuadamente cuando no es así. No podemos seguir fingiendo; ha llegado el momento de reconocer lo que no funciona y componerlo. Porque, como ha escrito José Antonio Crespo, votar por el partido “menos malo” equivale a comprar la fruta menos podrida, en lugar de presionar al vendedor para que –de ahora en adelante– venda fruta fresca. Equivale a decir que México no puede aspirar a más.
Yo considero que el voto nulo es la última instancia quenos dejaron a la ciudadanía, los partidos politicos y su adefesio IFE, para protestar por el monopolio que ejercen y que no deja que los ciudadanos accedamos o llevemos al poder a una persona por sus cualidades sino que tiene que estar amafiado con ellos para poder aspirar al poder de servir al pueblo.
ResponderEliminarErnesto Villanueva Ibarra, Monterrey, N.L.
el comentario es valido y yo que siempre e estado contra el pri, me doy cuenta que nos hay vendido un sistema que solo funciona para ellos los politicos.
ResponderEliminarmi teoria es que el pri al ver que mexico deberia de dejar el priismo atras, penso, si nos vamos a alejar un poco del poder hagamos un sistema en el cuala hasta nos paguen por hacer politica y si tenemos la suerte de ser elegidos pues comemos doble.
estos politicos son los unicos beneficierios de nuestro sistema ¡¿democratico¡¿ para gastarse lo que les da el ife hacen asociasiones civiles, ponen a estudiar a sus hijos y compeinches para licenciados en derecho, con el dinero que les damos para hacer lo que pudiera pensarse una eleccion democratica.-
que verguenza vivir en un pais en el cual cuelquiera que se dedique a la politica es un rastrero, ratero y vulgar delincuente, por eso mi voto sera nulo
gracias
Estoy de acuerdo en votar en contra del sistema de partidos. Lo único que me molesta es que esta campaña por el voto nulo le favorece al PAN o al PRI y el PRD en algunos casos. Esta claro que quienes vamos a ejercer el voto nulo no somos partidarios ni del PAN , ni del PRI y si fueramos a votar lo haríamos en contra de ellos, así que para el PAN nosotros vamos a representar votos en contra de los demás partidos.Por ello no es sorpresivo que familiares de Calderon estén participando en esta campaña.
ResponderEliminarYo votaria por alguien como Denisse, sin duda. Al menos conozco, a través de sus textos, lo que trae en la mente y se que es inteligente y sus valores son coherentes. Ojala tuvieramos 1 lider politico con esas características. Yo no voto por este país porque esta muy enfermo y sufre mucho de su cultura, desgraciadamente el espiritu de cualquier nación. No necesitamos un voto sino un verdadero lider espiritual (que no religioso, no es lo mismo) que encienda algo que parece extinguirse y estancarse de por vida, la coherencia (cultural) de una sociedad que sueña con entenderse y ver sus objetivos claros.
ResponderEliminarVOTO NULO- Y COMPRAS NULAS A LOS NEGOCIOS DE POLITICOS CORRUPTOS Y ANTIDEMOCRATICOS
ResponderEliminaryo voy a votar por denisse! ... hay veces q me pregunto xq nuestro pais no puede ser manejado por gente como ella, como Jose Crespo, tantos y tantos intelectuales expertos etc y tenemos a gente como la maestra representandonos ... eso es esperanza marchita
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